Tirar la Casa por la Ventana
Hace tres noches que no duermo. Tres noches enteras. Cuando escribo estas líneas tengo dos profundas cuencas debajo de los ojos, un malestar en el estómago como si pudiera vomitar toda la comida que no comí. Hay momentos en donde la respiración sencillamente me abandona, y comienzo a tratar de absorber el aire a mi alrededor sin éxito alguno. Mi cuarto es cada vez más una sombra de mí , hay botellas desparramadas por todos lados. En algunas todavía hay líquido, ya caliente y con un sabor desagradable, pero que me termino tomando con tal de no salir. La cama hace días que está deshecha, las sábanas ya huelen a mi propia transpiración. El calor es horrible, pero me niego a siquiera levantar la persiana que envuelve de oscuridad mi cuarto. Todos los días me levanto para sentarme y después acostarme, esas cuatro horas que me siento en mi escritorio eran las peores del día. Cuando las sombras se ponen más oscuras incluso. Las teclas de la computadora están casi como nuevas, la barra espacia